Centro de interpretación del Trogloditismo y de la cultura funeraria: Cementerio antiguo de Benamaurel. Un lugar con memoria.

Tras el incendio de la antigua iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción en las Guerras Carlistas, se levantó la fábrica del templo actual (1862) en la que ya no se permitió dar sepultura a los difuntos de modo generalizado. Las medidas de carácter higienista que habían alentado las disposiciones Reales exhortando a que se construyeran enterramiento generales fuera de los núcleos de población tardaron en llegar a esta pequeña localidad del altiplano granadino y hasta las últimas décadas del siglo XIX no se construyó el cementerio que en la actualidad se conoce como “cementerio viejo”. Para este, se buscó una ubicación suficientemente apartada del casco urbano, hacia el noreste, en un paraje con una cierta elevación, en la zona conocida como Eras de San Antonio. En él se cumplían todas las condiciones de salubridad exigidas por la incipiente normativa de policía mortuoria: escorrentía adecuada del terreno, conveniente aireación y ubicación alejada de los entornos habitados.

En un primer momento se delimitó una planta sensiblemente rectangular que se protegió con una sencilla tapia. Pero este recinto no tardó en ser insuficiente para acoger los cuerpos de los vecinos, especialmente en los periodos de alta mortalidad a consecuencia de las epidemias de cólera que se extendieron por la zona (1881-85). La ampliación del camposanto se hizo en una parcela contigua que quedaba a una cota ligeramente menor y a la que se dio un acceso por un simple paso practicado en el muro meridional.

Las sepulturas en el suelo son mayoritarias en este cementerio aunque hay muchas que acondicionan una pequeña pared o aprovechan el muro de contención de la plataforma más elevada y la cerca perimetral para ubicar en su frontal la lapida identificativa. También hay algunos panteones familiares en los que la tipología de enterramiento es variada, aunque lo más normal es la estructura de nichos en varios niveles de altura.

Aprovechando la limitación de unos promontorios terrizos característicos de la zona, se acondicionaron además de algunas sepulturas excavadas, la capilla del camposanto y una sala de velatorio. Tanto en estas tumbas, como en los dos espacios de equipamiento para el cementerio, se ha optado por esta técnica constructiva ancestral, que durante largo tiempo ha demostrado su eficacia en la edificación de las viviendas de los vecinos y que extenderá su validez a estos espacios funerarios, en los que dar cabida a los cuerpos de sus difuntos.

La distribución de los enterramientos no parece responder a una planificación prefijada de delimitación de parcelas funerarias privadas y calles de acceso, posiblemente debido a la falta de control por parte de las autoridades municipales y la utilización indiscriminada de los vecinos de los espacios que iban adquiriendo para el enterramiento de sus difuntos. Aun así se pueden distinguir filas de sepulturas que corren paralelas a los muros que delimitan las dos grandes parcelas de que se compone este antiguo cementerio. Sin embargo difícilmente se recorrerá el mismo sin tener la sensación de una gran arbitrariedad en su organización, circunstancia esta que no implica dificultad alguna para que se haya estado dado sepultura ininterrumpidamente durante casi cien años a los vecinos de Benamaurel, quienes ubicaban perfectamente las tumbas de sus familiares. Sin embargo el paso del tiempo y el abandono en pos de otro cementerio más moderno ha llevado a que se pierdan muchas de las lápidas o hitos que referenciaban las antiguas tumbas y los caminos de pasos hasta ellas.

El acceso se efectúa por el lateral este, desde una pequeña explanada a modo de plazoleta, se puede llegar tanto a la capilla y sala de velatorio como a la cancela que abre el recinto cercado del cementerio propiamente dicho. Los dos espacios interiores más grandes son precisamente estas cuevas que hacían las veces de capilla y sala mortuoria. El abovedamiento del perfil excavado en la tierra de estos dos lugares, se completaba con unos bancos perimetrales en ambas estancias y un nicho hornacina y una plataforma para la colocación del ataúd respectivamente.

Vemos como la técnica del picado característico de las casas cueva llega aquí al extremo de modelar los elementos necesarios para dar respuesta a las necesidades concretas: tanto de un espacio litúrgico, en que oficiar un funeral o un último responso antes de proceder a la inhumación, como las de un espacio de exposición del cadáver.

La singularidad que presentan estos dos ámbitos excavados les ha hecho merecedores de un reciente proyecto de rehabilitación por parte de la Diputación de Granada para su utilización como Centro de interpretación del trogloditismo de la zona. Como parte de él, se adecuó el vial de acceso hasta el cementerio y se adaptaron las dos cuevas propiedad del Ayuntamiento, previos trabajos de limpieza y refuerzo, gracias a unos sencillos revestimientos y acabados que pretendían no alterar sustancialmente la apariencia de su interior, pero si dotarlos de las condiciones óptimas para convertirse en un moderno lugar de reunión y exposición.

La tipología de cementerio con cuevas, como es el caso del cementerio viejo de Benamaurel, resulta tan excepcional, que ha sido recogida como una variante en el inventario de cementerios realizado por la Junta de Andalucía. Sólo hay cuatro cementerios catalogados en esta categoría y todos ellos están ubicados en la provincia de Granada.

Las técnicas y condiciones constructivas para realizar los enterramientos en cueva son las mismas que las utilizadas para las viviendas. Es decir idéntica respuesta tecnológica dada por las mismas personas para solventar sus necesidades, ya sea en espacios vivideros o en espacios funerarios. En esto influyen sustancialmente las características topográficas y geomorfológicas que se dan en Benamaurel y la confianza que da la elección de una técnica consolidada por la tradición a lo largo de muchos años y que es capaz de ofrecer unos resultados arquitectónicos excelentes por un bajo costo.

Es precisamente esta integración territorial en el altiplano bastetano, mostrada por la edificación tradicional en cueva, la que ha destacado al conjunto de Benamaurel por su especial caracterización paisajística, pero es su cementerio viejo el que le referencia entre los pueblos de la comarca como un lugar de obligada visita.

La sencillez constructiva es la pauta directora a observar en un recorrido por este camposanto ya en desuso. Los materiales utilizados son los propios de la zona: el propio terreno en que se excavan las sepulturas, la tierra y piedra del lugar con la que se levantan tapias y paredillas para conformar los nichos, la teja cerámica para los pocos espacios cubiertos y un último revestimiento de cal para conferir la protección necesaria ante las inclemencias meteorológicas. Estos son los recursos, que tratados con el respeto y la sabiduría de una práctica ancestral conforman cada uno de los elementos que configuran el cementerio, desde sus cercas y muros hasta los panteones con mayores pretensiones arquitectónicas. Obviamente destacan por su riqueza algunas lápidas conmemorativas propiciadas por los benamaurelenses a vecinos fallecidos. A pesar de que la gran mayoría de las tumbas, es posible que no contaran más que con un sencillo hito identificativo a modo de placa o titulatura, todavía se conservan lápidas en que se hace patente, no sólo una auténtica diferenciación artística plasmada en la piedra, sino el intento de perpetuar la memoria del modo más imperecedero posible.

Por su mayor volumen destacan en el cementerio algunos panteones familiares, de los Burgos, Martínez, Casado, Galera,… Aunque todos ellos se han construido con los mismos materiales y técnicas que el resto de los enterramientos, demuestran una mayor intención arquitectónica, en cuanto recrean un pequeño espacio interior y los alzados necesarios para ubicar las distintas sepulturas. Se han de señalar especialmente dos, bastante maltratados por el paso del tiempo, que se han excavado a modo de cuevas en los flancos de los promontorios que delimitan el solar del cementerio. La concavidad permite un estrecho habitáculo en el que se han practicado nichos también excavados y que dejan el imprescindible espacio libre para maniobrar en el proceso de introducir los ataúdes. Otros panteones exentos se reparten por las dos plataformas que conforman el solar del cementerio, estando los más antiguos en la zona norte. Exteriormente se definen por una simple configuración prismática que ha recibido un enfoscado de cal renovado periódicamente por sus propietarios y cubierta a una o dos aguas de teja cerámica.

A pesar de su modestia estos panteones suponían una importe inversión para las familias que los construyeron y buena muestra de ello es que todavía algunos se conservan prácticamente íntegros, aunque la mayoría han perdido revestimientos y elementos de la cubierta, cuando no las puertas y rejas que los cerraban, e incluso antiguas lápidas que identificaban a sus ocupantes.

Todavía se pueden contemplar pequeñas joyas de la lapidaria de finales del siglo XIX y principios del XX. Hay algunos interesantes ejemplos en las tumbas que aún conservan un tipo de sepulcro de mármol blanco que se hizo muy popular en ese periodo. Formalizadas estrictamente con las dimensiones del hueco libre del nicho presentan el característico perfil de segmento y a este se adapta una leyenda grabada incisa que se refuerza pintada en negro. En la mayoría de las ocasiones simplemente identifica al difunto, la fecha de su fallecimiento y la edad del óbito ampliándose con la dedicatoria de sus familiares dolientes. La decoración se reduce casi siempre a una línea de simple enmarcado y a una cruz en la parte superior que puede estar acompañada por las siglas RIP. Hay entre ellas algunas lapidas en que se destaca la piedad del difunto completando la inscripción con las siglas latinas DOM o una invocación por su salvación o su adscripción al credo cristiano. /RUEGAN AL ALTISIMO POR SU ETERNO DESCANSO/ RUEGAN UNA ORACION POR SU DESCANSO/BIENAVENTURADOS LOS QUE MUEREN EN EL SEÑOR/DESPUES DE RECIBIR LOS SANTOS SACRAMENTOS/DESCANSA EN EL SEÑOR/

Se pueden reseñar por su mayor tamaño y similitud de diseño las que presentan una urna grabada en su parte más alta y un trabajo combinando el mármol blanco y negro que aún se conservan en los panteones de dos familias emparentadas en el pueblo: los Burgos y los Martínez (ambas se pueden datar en el último cuarto del siglo XIX). Sin duda son estos ámbitos cerrados los que han posibilitado que lleguen en mejores condiciones un buen número de las lápidas que cerraban sus tumbas. Aunque no es casualidad que se dé en ellos la mayor concentración de las que destacan por su pretensión artística y en las que aparecen motivos iconográficos más variados y ricos. Abundan las representaciones Marianas en advocaciones como la de la Virgen del Carmen, la Virgen de las Angustias, La Piedad, la Dolorosa, también la Sagrada Familia, la escena de la Crucifixión, San Francisco abrazando al Crucificado, el Nazareno o el Sagrado Corazón de Jesús entre otras. Merecen una mención especial porque tienen un fino trabajo escultórico en mármol negro que recibe un relieve muy bajo, prácticamente es grafiado sobre la dura superficie de la oscura piedra. Esta técnica avanza en el tiempo y va modelando un relieve más alto a medida que los motivos representados pasan del tema religioso al más laico del recuerdo y el dolor por la perdida en unas cuantas lapidas de estilo art nouveau. Un pequeño pueblo como Benamaurel da buena muestra de que no era ajeno a las modas.

También las modas literarias llegaban hasta aquí y quedaron plasmadas en largos y sentidos panegíricos dedicados a algunos difuntos. En ellos se expresa el sentimiento de pérdida, la admiración y sobre todo un intento de perpetuarse en la memoria colectiva. Porque sin duda alguna, es este lugar en el que más patente queda la memoria de un pueblo.

A falta de la documentación que nos proporcionara los datos fiables sobre la construcción de este cementerio, tras haberse incendiado tanto la iglesia, en las Guerras Carlistas, como el Archivo Municipal custodiado en la Casa Consistorial, son las distintas técnicas constructivas utilizadas en el cementerio y las lápidas que identifican las sepulturas las que nos dan la más veraz información sobre el mismo. En ellas podemos ver como los vecinos se han ocupado de reparar y adecentar las tumbas de los suyos, como se esmeraron en personalizar los lugares ocupados por sus familiares difuntos. Sirva señalar el ejemplo del numeroso grupo de pequeñas lápidas de mármol blanco que hay en los enterramientos más humildes y que denotan por su estilo artístico y su estado de conservación que se colocaron en una época bastante posterior a la que aparece en la inscripción.

La historia, de prácticamente un siglo, de Benamaurel se puede leer a través de las tumbas de este antiguo cementerio. Historia del dolor por la pérdida de los seres queridos pero también del recuerdo y la pervivencia de aquellos cuyos restos mortales fueron depositados en este lugar. En sus lápidas se plasmó el dolor por la muerte de un niño, de un marido o una esposa joven, se dejó constancia escrita de los injustos crímenes acaecidos durante la Guerra Civil y en su conjunto se intentó honrar la memoria de unos vecinos que merecen la respetuosa actuación que conserve este antiguo cementerio para así, no perderlo en el olvido del tiempo.

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