Como vivían la Navidad nuestros abuelos (Rogelia Pozo)

Sentados junto al fuego, al llegar la Navidad, mi abuela nos solía contar cuentos. No sé si eran vividos o los acababa de inventar pero todos con la boca abierta la escuchábamos al rededor de la mesa sentados, en silencio, ella nos contaba:

“Que había un cortijo al pie del cerro que cuando llegaba la Navidad por la chimenea se podía adivinar lo que allí se cocinaba. Se olía a dulces recién hechos, adornaban con guirnaldas de flores, hechas con papeles brillantes de colores, la gran sala; con quinqués colocados en la leja, que había por encima del fuego de la chimenea, alumbraban la cocina; una gran mesa preparada con mucho amor. Grandes bandejas de comida y dulces de Navidad. Todo dispuesto para cuando llegara la familia y vecinos para pasar la Noche Buena.

Cuando empezaba a caer la noche, la familia del Tío Rubio, “él de las pecas”, con sus mejores galas, como cada año, venían a pedir el aguinaldo. Llegaban montados en sus caballos o en las burras, a los niños los metían como cantarillos en las aguaderas. Con sus guitarras, bandurrias, zambombas y panderetas llegaban cantando villancicos.

Después de cenar el pavo que lo habían asado en el horno durante toda la tarde, la tía Dolores, obsequió con los dulces que había hecho en las vísperas: rosquillos, mantecados, polvorones…….y colocadas en grandes bandejas, unas botellas de chapurrao, mistela, licores de café y membrillo les aguardaban para entrar en calor

Entre bailes y chascarrillos pasaban la velada todos unidos. Los hijos después de cenar jugaban en el cuarto largo y ya rendidos en colchones tirados en aquella larga habitación se dormían.

A la mañana siguiente, el día del Nacimiento, se iban cada uno a su casa pero al llegar la noche se volvían a reunir ya en otro cortijo y así se pasaban las Navidades cantando bailando y comiendo.

Cuando los niños más contentos estaban, era cuando llegaban los Reyes Magos. Todos ponían sus zapatos, que los habían dejado relucientes, colocados en la chimenea. Esperaban a ver si al amanecer el día, les habían dejado algún juguete.

Este año los padres lo hicieron diferente. Se reunieron todos los vecinos en el cortijo de Cosio, allí llegarían los Reyes Magos. Cada familia había llevado cosas de la matanza: morcillas, chorizo… , vino del país, licores y dulces de los que habían hecho. Los niños habían colocado sus sillas junto al fuego y ya todos sentados, preguntó Jimena ¿porqué se escucha ruido dentro de la chimenea? y Diego, su hermano, dijo: ¡Son los Reyes que han llegado!. Martina, Sofía, Adriana, Lucía, José, Jimena, Diego y la pequeña Vega con una sonrisa miraban atónitos sin comprender lo que pasaba. Empezaron a escuchar campanillas y cascabeles, de pronto amarrados a una cuerda empezaron a caer juguetes. Una moto ¿para quién? para Diego respondieron. Una máquina con cadenas para la nieve y unos esquis para José. Patines ¿para quién?. Son para Lucia, Jimena, Sofía y Adriana Una muñeca para Martina Y para la más pequeña qué le traerán. Asomó un tacatá, este para Vega para que aprenda a andar.

Que felicidad más grande en sus caritas, iluminadas por la emoción. Salieron para la calle y que gran sorpresa; allí estaban los camellos, comiendo su pienso y bebiendo agua en el pilón que había junto al pozo .Los Reyes Magos y sus pajes sentados en las picaeras, debajo del llorón, descansando un poco para después continuar su viaje y repartir todos los regalos que durante la larga noche tenían que entregar”

Rogelia Pozo 21. noviembre .2018.

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