Recuerdos : Detrás de la ventana
La cama era grande, alta, con el cabecero siempre brillante. En ese tiempo que guardo en mi recuerdo, las mujeres no podían permitirse no ser limpias. Curiosas y honradas, eran las dos palabras que más sonaban en el taller de lcostura.
Ese gineceo lleno de juventud, era un bullir de pensamientos y palabras de mujeres que todas las tardes cosían. Pensamiento e ilusiones encorsetados en la preparación para el matrimonio. De qué podían hablar esas muchachas que no pudiera ser censurado?.
La preparación y encauzamiento de sus habilidades, junto al bordado del ajuar, era el camino marcado sin piedras para una vida en flor. Y allí hablaban unas y otras, las mayores señalando continuamente la senda, con sus consejos matriarcales, y las jóvenes riendo alteradas y expectantes ante sus palabras.
¿Y qué ocurría para aquellas que ya habían saboreado el desengaño amoroso?. De eso no se hablaba. No estaba bien visto, y así callaban dejando en su pecho oprimido los suspiros. Limpia y honrada has de ser, repetían muchas veces. Y es jóvenes que no querían entenderlo se preguntaban si ellas en el forcejeo amoroso con sus novios la noche anterior, ya no cumplían con ese requisito que se les pedía.
Miraba esa cama, su brillo nada tenía que ver con el que había tenido, pero le gustaba más ahora.
Tenía la pátina del tiempo, en que estuvo acompañada. Tiempo en que se esforzaba, para cumplir el eslogan que toda mujer, tenía grabado con sangre. Y ahora mirando la cama sabia que dormía sola por voluntad propia, dormía consciente, pues se había acostumbrado en los últimos años a esa soledad. Agradable soledad cuando valora que cada mañana al despertarse no estaba sola, sino acompañada de sí misma.
Dulcita Casado