DIAS INTERMINABLES

 

Los días de matanza eran insufribles

Hasta cierta edad me pude escapar y no ver todo aquello, pero llegó el día en que me decían” tienes que hacerte una mujer de tu casa” y para ello debía hacer muy bien la matanza “ no sería una mujer de mi casa, hasta que no recibiera la sangre de los marranos” . Llegó el día. Todo comenzaba cuando Mariano abría la barja y comenzaba a sacar sus herramientas con las que iba a sacrificar el marrano. Le introducían un gancho por la nariz. Yo no podía oír los gritos de los marranos como chillaban, dando el último hilo de vida, como lo subían callejón, y el resto de hermanos en el corral chillando a la misma vez. Seguro que se comunicaban con los gritos desgarrados de dolor que salían de sus gargantas. Cuando comenzaba ese genocidio marranil, me escondía en el cuarto mas interior de la cueva y me tapaba los oídos .Uno, dos, hasta tres marranos que se solían matar.
Le ataban una pata con una cuerda y entre varios hombres lo subían a la mesa. Le hincaban un cuchillo en la garganta y comenzaba a salir un chorro rojo de sangre como un manantial desbocado de agua, sangre que caía a un barreño de lata y se movía con una caña para que no se cuajara. Algunas veces me saltaba la sangre a los brazos, tenía un tacto caliente. La vida de esos animales que se le estaba quedando pegada en las manos ensangrentadas de Mariano” el matador” que de vez en cuando retorcía el cuchillo introduciéndolo más adentro, hasta que salía la última gota de sangre, para que la carne quedara de un color blanco rosaceo. Los otros marranos que estaban en el corral, seguían chillando. No podía soportar todo aquello, pero claro,” tenía que hacerme una mujer de mi casa” los días de matanza eran insufribles, un trabajo interminable. y claro tenías que hacerlo todo” como una mujer de tu casa” reunión de mujeres impolutas , demasiado limpias, demasiado perfectas. Y si algo había mal …….., enfin, UNOS DÍAS INTERMINABLLES , donde se olía sobre todo a infinidad de especias. Cuando me mandaban a La solana a coger algo y subías con miedo, tropezaba con aquellos fríos animales abiertos en canal que colgaban de los camales. La carne fría, olor a muerte .Lo único bueno eran los días que se juntaba toda la familia y se le hacía de comer, Aquellas sartenes enormes, llenas de patatas fritas con pimientos, aquel arroz que se hacía por la noche todo con olor a brasa a humo, la caldera siempre puesta en el fuego llena de agua caliente, Todo el día trabajando y guisando para dar de comer a la cuadrilla de hombres que habían matado el marrano, todo el día al servicio de ellos.

Mª Luz Gómez.

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