Más tarde empezamos a llamarle Fútbol como ahora y no me atrevo a llamarlo «juego del balón» porque muy pocas veces podiamos disponer de uno y, cuando lo había, su propietario se lo llevaba y nos quedábamos a medio si no ganaba. Teníamos que echar mano a la imaginación y fabricar algo parecido con trapos viejos dando forma redondeada para que rodara.
El número de jugadores mínimo era de cuatro y dificilmente encontrábamos más en el barrio.
En el pueblo no había campo de fútbol y jugábamos en alguna placeta del barrio (en mi caso en la puerta del Pedro Antonio «el saco» (padre de Miguel Angel Galera) y detrás de mi ya desaparecida casa como aparece en el boceto, y si nos funtabamos más en la «era del tío Pepe» debajo de los depósitos del agua.
Improvisabamos las porterias con dos piedras cada una y… ¡¡ A JUGAR !!