RECIPIENTES, AGUADORES Y TRABAJOS

EL mobiliario de las casas era más bien escaso, y entre ellos, alguna cama, catres, más catres que camas.. .. orzas con sus tapaderas redondas de madera, y una cantarera con sus cántaros. Se solía bajar a la acequia o río, con la burra, cargada de cantaros en las agüeras (aguaderas) y llenarlos, para llevarlos a casa. Normalmente lo hacían los niños mayores o padres, pero había muchas familias sin padre, ni hermanos, y se encargaba alguna muchacha, como es el caso de la prima, de mi padre, y su burro llamado” Podrío”. Quiero destacar que la vinculación que se producía entre los animales y dueños era muy entrañable, ya que eran un elemento muy importante y preciado en aquel entonces. Las cuadras solían estar en la parte más interior de la cueva, y así evitar que les robaran, o sea, que tenía que pasar por todas las habitaciones hasta llegar a la cuadra, dejando a su paso, en los suelos de tierra, el estiércol, que llevaban en las pezuñas. Como es de imaginar la labor de las mujeres era interminable, rociando los suelos y barriendo la casa, guisando al orete de la lumbre, bajando a lavar al rio, teniendo que romper el hielo en la acequia para poder colocar la losa. Manos juveniles, casi infantiles, llenas de sabañones, ásperas, con callos, endurecidas, por el trabajo.
Los hombres, cogían el esparto en verano, extendiéndolo para su secado y posterior picado, en la picaera (un tronco grande) y con la maza (troco alargado) iban golpeando poco a poco, para que fuera más flexible. En invierno, con las nevadas, junto al fuego, hacían pleita, para espuertas, serones, aguaderas, cestas….. La vida familiar se desarrollaba en torno al fuego, contando historias que iban pasando de generación en generación
A la luz del candil, o el quinqué, aprendían a leer o escribir, en una pizarra de tamaño cuartilla. El profesor, solía ir de casa en casa, o de cortijo en cortijo, pues los niños tenían que ayudar o trabajar, durante el día, en las labores del campo.
En la recolección del panizo, se juntaban todos los vecinos en el portal, para quitar la farfolla, y cuando salía una panocha, de granos rojos o negros, el poseedor/a, podía dar un beso en la cara, a quien deseara. Las farfollas, se usaban como relleno de los colchones. Las camas, y catres, eran altas, y con la farfolla, aún mas. Los más pequeños tenían que tomar correntilla (pequeña carrera) para poder acostarse. Los primeros días ,cuando se movían, el ruido era ensordecedor, y ya ni os cuento, cuando tuvieran otros movimientos…..
El agua potable llegaba al pueblo a través de los aguadores, Daniel y Arsenio. Con sus camiones la llenaban en bidones en Baza, al llegar al barrio, voceaban. Todas las vecinas, salían con sus bombonas (recipiente de cristal, cubierto de pleita, con dos asas). Ellos chupaban la goma para extraer el aire, el agua comenzaba a descender del bidón, llenando la bombona. Cuando ya estaban todas llenas, se iniciaba la procesión de mujeres, niños y bombonas, todos en fila, para llevarlas a casa. Siempre cooperando, entre todos..
No todo era trabajar, en la Alhanda, estaba la discoteca (baile) de la” Tia Martillillo” , como mi padre, solía decir, entre risas, Niñas acompañadas de una carabina, y mozalbetes con malas ideas….. Uno soplaba el candil, y el resto, corriendo a ver que podían tocar…..Cuando rondaban (requerirla en amores) a una muchacha, se veían a través de los ventanos de las cuevas. La calle estaba, y está, más alta, la diferencia de altura entre los dos, podría llegar a ser de medio metro. Me contaba que se subía en unas piedras, la cara pegada a la reja del ventano, y metía el brazo, estirándolo todo lo que podía, para ver si tocaba algo. Otras veces, le llovía, esperando a que ella pudiera escaparse de su familia, para ir a verle. Esto, si que eran pasiones. Total, que acababan como perrillos mojados, sin haber pillado nada.

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