SANADORES Y SANADOS ?

Cuando la vida, bien más preciado que tenemos, depende de un hilo, las ramificaciones han invadido tu cuerpo, has luchado, y lo has vencido, pero te vuelve a tocar la lotería otra vez. …Capitana incansable y luchadora, siempre en la proa, sin perder el rumbo,, llevando su tripulación a buen puerto, salvando tempestades y tormentas infranqueables, de días grises, pero donde al final siempre llegaba la calma y salía el sol.
Cuando la calma parecía definitiva, todo paz y alegría, llegaron las tormentas de nuevo, pero sin paradero, sin esperanza, Ahí buscas, escuchas, preguntas, todo lo posible por conseguir algo que de luz a ese ser querido, porque su llama ardiendo a media tea, siga iluminándonos el camino, porque no era su hora, porque había luchado como una leona, por todos los que la rodeábamos. La vida le enseño desde muy chica, al quedar sin padres, a luchar por todos, a no quejarse, a ser demasiado dura, demasiado trabajadora, a ser MUJER, a no manifestar sus sentimientos, a llorar a escondidas cuando las situaciones la sobrepasaban, aprendí a llorar a tu lado, sin saber, el porqué , te preguntaba, pero no había respuestas, aún, te recuerdo en la cocina, sentada en una silla, frente a una mesilla chica, de esas que tenían un cajón grande, donde se guardaba el plato de porcelana, lleno, de cachos de jamón, chorizo y salchichón, al lado una navaja , con el puño negro, y un pedazo de pan casero envuelto en una servilleta de tela, a cuadros azules y blancos, con picos, de hilo perfectamente hechos , oyendo el cacareo de las gallinas, en la cuadra. El sol que a duras penas entraba por los cristales de la alta ventana, Debería estar anocheciendo. Son momentos de dolor, pero sin explicación.
Fuimos en busca de ese halo de luz, de esperanza, que prendiera la mecha de nuevo, un tal curandero, reacia en todo momento. Íbamos cruzando pasillos de la cueva, hasta entrar a una habitación pequeña. Vestía con una túnica blanca, con un cordón dorado, por debajo de su panza´, entradita en carnes, pelo rizado. Estaba delante de una ventana, por la que entraba el sol, inundado la estancia, e iluminándolo, a él. Parecía el mismo Dios, todo muy bien estudiado e impactante. En una mesa, una bandeja plateada, repleta de billetes de diez mil pesetas. Eso confirmaba, aún más mi teoría, sobre los curanderos o sanadores. Hizo su ritual teatral, sin llegar a convencerme, lleno de palabrerías. Pero en momentos, como ese, te vuelves vulnerable, frágil, moldeable. Son conscientes de ello, y aprovechan todas esas situaciones para sacar tajada.
Las noches, días oscuros, llegaron a nuestras vidas, se apagaron las velas. El amor de una madre no lo suplanta nadie, puedes querer sin medida, pero ya no sientes más esa protección. Es como si destaparan una tapadera por la que has estado protegido. Y te lanzan a un mundo, donde te busco, no te encuentro y sigo perdida. Quiero creer que donde estéis, nos seguís de cerca, iluminando nuestro camino.
Mª luz gomez

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