HOJALATERO TALABARTERO Y AFILADOR

 

Llegaba el hojalatero vociferando, anunciando sus servicios. Todos los niños salía corriendo para ir detrás de él, medio cegados por el contraste de salir de la oscuridad y fresquito de las cuevas, con las rodillas llenas de pupas infestadas, era la única novedad y observaban curiosos como las madres sacaban las  pesadas fuentes de porcelana granadina con sus dibujos azulones y lebrillos de marrones decorados con colores beige, todos  hechos añicos,  el hombre iba uniendo con mucho cuidado con lañas. Transportaba sus utensilios en una especie de carro como los de la feria que cargan los juguetes y chuches.

El talabartero, tenía el taller al lado del cine, arreglaba los aparejos y albardas y cabezadas de las mulas buros y algún caballo y hacia correas de cuero para los animales, con punzones  pinzas y martillos, les ponía las hebillas, para ello usaba cueros, lonas e hilos de colores,

Aún puedo recordar el sonido del afilador que con su silbato se anunciaba,  recorría las calles del pueblo con su bicicleta, ofreciendo sus servicios. Afilaba  cuchillos y tijeras. Las chispillas que saltaban del roce del metal con la piedra hacían que cerrara los ojos, y pensaba que el hombre tenía algo de mágico.

En aquellos tiempos llegaba un señor con un lobo al pueblo, que paseaba por sus calles s y recogía algunas gordas. Lo encerraba en los corrales de Juan Parches (actual casa de Juan Castaño) todos los niños se encaramaban en las tapias del corral y podían pasar las horas observándolo. Allí se solía  hacer cine de vez Los azafraneros Salvador y Diego vendían azafrán, y cambiaban las hermosas trenzas de pelo, que durante años habían ido creciendo por zarcillos de oro que adornaban las orejas de las chiquillas del pueblo en cuando.

 

Con lo poco que teníamos de chicos con cualquier cosa le dabas rienda suelta a tu imaginación y podías llegar a ser la princesa o caballero de un castillo. De todo se sacaba partido cualquier cosa se le buscaba aplicación. Solo era dejar la mente libre y que cabalgara por donde más nos gustaba.

 

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